Hasta hace muy poco, la depresión perinatal era un tema del que apenas se hablaba. Ni mucho menos se contemplaba que fuera relativamente frecuente. Cierto que ya en el último lustro se ha tratado en alguna película como Tully o la serie Vida perfecta. Pero con la perspectiva de casos aislados o extremos. Madres solas, madres en situación de vulnerabilidad o en contextos especialmente complejos.
Por suerte, esta perspectiva ha ido cambiando poco a poco. La información y visibilización están ayudando a poner este problema de salud mental en el foco de la sociedad y de la sanidad pública. No en vano, el suicidio es la causa de muerte más frecuente en mujeres en el periodo perinatal. Y su prevalencia es, probablemente, más alta de lo que indica la OMS, que la sitúa en torno al 10% o al 15% de las mujeres en todo el mundo. De hecho, Esther Ramírez, psicóloga, docente del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal y autora de Psicología del postparto (Síntesis) habla de que “es el trastorno perinatal más frecuente, llegando al 30 % de las mujeres que se convierten en madres”.
En el caso de Marta, el parto, que fue muy largo y complicado, tuvo mucho que ver con la situación que se creó. Y es que, precisamente, es uno de los factores de riesgo de la depresión perinatal, en palabras de Raquel Huéscar, coordinadora del Grupo de Trabajo Psicología Perinatal del Colegio de Psicólogos de Madrid: “Las complicaciones obstétricas o un parto complicado, la ansiedad durante el embarazo, la psicopatología previa hacen más probable la aparición de depresión posparto”. En cuanto a las causas internas, la psicóloga se refiere a “La exigencia, rigidez o perfeccionismo” con el que enfrentamos la maternidad.