¿Es una patología?
A pesar de que a este estado emocional le preceda el término ‘síndrome’ no es una patología, como señala Raquel Huéscar, psicóloga perinatal, “es la sensación de duelo provocado por la pérdida, que tiene que ver con un cambio o una crisis vital”. La pérdida en este caso no hace referencia a la de los hijos en sí, sino a la de uno mismo, “las personas que lo sufren se enfrentan a otros aspectos que tienen que ver con el envejecimiento. Esto coincide con una etapa vital en la que el trabajo cobra menos importancia y se le da más espacio a lo personal”, argumenta la especialista.
Es ahí donde surgen los principales interrogantes. “Te planteas, también, tu lugar en el mundo. Quizás porque, en mi caso, se fueron muy jóvenes y, por más que me dijeran, no era lo que veía a mi alrededor”, explica Amil. Julia también tuvo esta sensación, “sin darte cuenta asumes que tu papel es cuidar a tus hijos, pero cuándo estos se van te sientes un poco descolocada”. Estos cambios no solo quedan relegados al ámbito personal, se extrapola a la pareja. “Hay muchas parejas que se remiran de nuevo y se encuentran con una persona desconocida. Hay más tiempo de convivencia, es decir, son menos padres y más pareja. Entonces hay quiénes comienzan de nuevo a discutir mucho”, explica la especialista.
Cada vez hay más voces que alejan la maternidad o la paternidad de los roles del patriarcado»
Raquel Huéscar, psicóloga
Pero, ¿qué lugar tienen los hombres en esto? ¿Sufren también el nido vacío? “Como todo depende de la persona, es una situación muy particular que depende mucho del estilo de vida que uno ha llevado, donde uno ha colocado los deseos, las actividades laborales, ‘hobbys’…”, relata Huéscar. Sin embargo, señala que tradicionalmente se ha relacionado más con el género femenino, “se tenía la concepción de que el hombre dedicaba mucha más energía al trabajo que a la familia, pero afortunadamente esto está cambiando. Cada vez hay más voces que alejan la maternidad o la paternidad de los roles del patriarcado”, sentencia.
Los hijos son de la vida, no propiedad de los padres. Y sí, cuando todo va bien, vuelan y se van. Y ahí te quedas tú, más mayor, más sabia y con la posibilidad de hacerte cargo de tus deseos (si no lo habías hecho hasta entonces, es un estupendo momento).